El deseo va directo de un punto a otro, fácil.
Es deseo es indeseable, contradictorio.
No te busca ni te avisa,
ni saluda ni dice adiós.
Aparece cual fantasma
trabajando horas extra en invierno.
El deseo no tiene cara, tal vez labios mordidos
y piel de gallina, pero nunca te va a mirar a los ojos.
No te da la hora, ni le importa si es tarde,
pasa el tiempo buscando causantes
y acumula placer dando consecuencias.
Se revuelca como bola de nieve
crece en forma de mujer entrecortada
y se derrite pegachento dentro del alma.
Ah! el deseo tampoco tiene rima.